Se hace camino al andar

Me regalaste a Wilde, a Agatha Christie, a Fernando del Paso, incluso a Boccaccio y a otros tantos que no recuerdo. Muchos de los libros que me diste los leí en su momento, otros apenas. Y todos he sabido valorarlos hasta ahora, tantos años después.

Tú me obsequiabas libros y yo toda mi atención, mi pensamiento a cada hora del día, mi primera noción del amor. Y fue un intercambio justo.

Ya no te extraño, ya no extraño tampoco a la que era cuando estuvimos juntos. Ya no me alegra ni me entristece recordarte, sólo me ayuda a dimensionar lo que hoy vivo. A veces me digo: "¿qué me habría dicho en estos momentos sobre tal o cual cosa/persona/situación?". De vez en cuando te recuerdo y escribo cosas como esta, porque sin duda algo como lo que nos pasó es imposible olvidarlo.

Hoy puedo ver las cosas más claras, más serenas y de forma menos improvisada. Estoy tranquila y mis esperanzas trato de ponerlas cada día al nivel de mis sueños. Tengo muchos y, si me confío, empiezo a divagar y a fantasear con más. Son bonitos, coloridos. Hacen que suspire muchas horas del día.

De pronto, cuando voy por la calle y veo el cielo inmenso, ligero sobre mi cabeza, me invade un sentimiento, quizá inventado. Algo como una bocanada de libertad. Es como un preludio de algo que experimenté en otra época de mi vida. Como un déjà vu emocional. No sé si me explico.

Hoy pienso que recordar es útil para saber a dónde vamos. Para tener en cuenta lo que queremos.

Gracias a lo que viví antes -creo- he madurado un poco. Sí, un poco, porque aún queda mucho camino por recorrer o, como canta Serrat: "Caminante no hay camino, se hace camino al andar".


Comentarios

Entradas populares de este blog

Volver

Decisiones

REFORMA, sin línea editorial